Tenemos el cerebro de un individuo, sí, pero que corresponde al de toda una especie.
Con el condicionamiento de lo que ha marcado a millones de humanos en sus experiencias, dolores, heridas, frustraciones, durante miles de años.
Eso nos pesa, evidentemente. Nuestras reacciones emocionales no son solamente nuestras.
Y eso, del mismo modo, nos hace sentir la responsabilidad de vivir en conciencia, porque toda comprensión profunda que hace uno, beneficia a los demás.
¿Te preguntas a veces cuánto aportas, cuánto dejas en este pasaje por la Tierra?
Tu mente mecánica, que es eficiente en cosas funcionales, obviamente, se acostumbra a funcionar de esa manera también en el mundo de relación, en lo sutil, en donde no es necesario asociar con cosas viejas, en donde la información anterior no hace más que complicar.
Y así genera conflicto, al insistir en corregir permanentemente: “debí decir”, “tendría que haber hecho”, “si no hubiera sucedido” etc. etc, prácticamente todo el tiempo, haciendo foco en eso que no es lo que sucedió. Nos aparta y nos distrae del instante. De la realidad del momento presente. De los hechos. Del ahora.
Este conflicto creado por el pensamiento, deteriora el cerebro, reduciendo su capacidad y su energía, restringiendo su lucidez. Embotando. Desgastando. Envejeciendo.
Y encima el entorno se presenta del mismo tono, obviamente, resuena con lo que emito.
Ser conscientes de todo este proceso, simplemente observarlo, nos otorga la Sensibilidad, la Serenidad y la Seriedad para caminar por la vida en armonía, con el foco en los hechos, sin un centro que quiera de otra manera, sin un yo que controle lo que llega.
Fue el tema Central de la Semana 2. ¿Meditamos?
La imagen fue tomada de ConceptoABC.