Asumimos el rol de predicador cada vez que
QUEREMOS QUE EL OTRO CAMBIE.
Muchas veces lo hacemos inconscientemente,
casi inocentemente,
pero el resultado es nefasto.
Y digo casi, porque uno no se da cuenta,
pero de inocente no tiene nada,
porque siempre hay un juicio al querer que seas de otra manera.
Estoy cuestionando cómo estás siendo en el presente,
eligiendo un cambio para ti,
eligiendo.
Y me creo tal vez que puedo reformarte?
Convencerte?
Transformarte?
Encaminarte hacia un ideal que yo mismo elegí para tí?
Cuando uno elige, evidentemente,
lo hace utilizando información de su pasado,
ese tiempo donde rige el pensamiento,
donde por consiguiente, uno no es capaz de Amar.
Elige uno siempre con una dirección
que casi siempre, oh casualidad,
coincide con un interés personal.
Elige uno y deja algo pendiente,
que debería resolverse
de otra manera que como es,
estableciendo una coordenada de tiempo
que separa “lo que es” de “lo que debería”,
y eso es división
y por lo tanto conflicto,
permitiéndole al entorno que se acomode en esa misma frecuencia,
generando indefectiblemente más problema y confusión.
Yo que tan inocentemente
deseaba lo mejor para tí.
No será mejor que atienda el Presente
y te vea tal cuál eres,
sin evaluar a mi manera,
sin quererte cambiar?
verte exactamente
como estás viviendo en este instante,
ver mis puntos de vista, mis conclusiones, mis opiniones,
mis proyecciones del cambio que quisiera ver en tí?
Y de paso aprovechara a estar Presente y Consciente,
viendo esa necesidad en mí?
Y entonces, además de amarte, estoy siendo luz,
puedo realmente escucharte, te inspiro paz.
Fue el tema Central de la Semana 5. ¿Meditamos?
Photo Credit: johdahn on flickr